NÓDULO DE LA LEGITIMIDAD
Al servicio de la Causa de Cristo, de las Españas y su Rey Legítimo
domingo, 15 de febrero de 2015
Wilhelmsen sobre los "católicos" liberales.
"el desfile intolerable de damas liberales y de sus maridos que, vestidos de levita y chistera, iban a misa todos los domingos y ultrajaban el sentido de justicia de los desposeídos" ayudó "a la propaganda comunista, que se empeñaba en identificar el liberalismo con el cristianismo". "Era un cristianismo muy cómodo". "El liberalismo ya había borrado lo religioso de la vida pública". "La fe se retiró de los rincones del alma no tocados por la vida pública. La religión se redujo a la beatería, un fenómeno típicamente liberal. Muchas familias, cuyo bienestar dependía del robo de los bienes de la Iglesia, no faltaban nunca a sus devociones en la iglesia, domingo tras domingo. Como la conciencia liberal quería engañarse a sí misma, no es de extrañar que el comunismo, por haberse dado cuenta de esta mala fe, fuera capaz de engañar a las masas. ¡Si esto es el cristianismo, entonces, abajo el cristianismo! Es una lástima tener que decir que aquí el comunismo tenía razón"
(Federico D. Wilhelmsen. El problema de occidente y los cristianos. 1964)
sábado, 27 de diciembre de 2014
Recomendaciones para terminar el año
Estando ya en las proximidades del 2015, y en los últimos espasmos del 2014, les recomiendo las siguientes conferencias del Padre Alfredo Saenz S. J.
Estas tratan sobre la herejía arriana, y el mantenimiento de la ortodoxia católica, por parte de grandes santos, como son, San Atanasio de Alejandría, o San Hilario de Poitiers.
La crisis que en la Iglesia generó el arrianismo, podría perfectamente compararse con la crisis que la herejía modernista produjo tras el Concilio Vaticano II. Tanto el arrianismo como el modernismo, corrompen a la Iglesia desde dentro, representa claramente al Anticristo.
Parte 1: https://m.youtube.com/watch?v=XY78W7MmJUQ
Parte 2: https://m.youtube.com/watch?v=mOKcH668F9M
Estas tratan sobre la herejía arriana, y el mantenimiento de la ortodoxia católica, por parte de grandes santos, como son, San Atanasio de Alejandría, o San Hilario de Poitiers.
La crisis que en la Iglesia generó el arrianismo, podría perfectamente compararse con la crisis que la herejía modernista produjo tras el Concilio Vaticano II. Tanto el arrianismo como el modernismo, corrompen a la Iglesia desde dentro, representa claramente al Anticristo.
Parte 1: https://m.youtube.com/watch?v=XY78W7MmJUQ
Parte 2: https://m.youtube.com/watch?v=mOKcH668F9M
sábado, 8 de noviembre de 2014
¿Qué debe hacer un tradicionalista ante el mundo moderno?
¿Qué debe hacer un tradicionalista ante el mundo moderno?
Esta pregunta se la hacen muchos, pero quizá no saben sacarle una respuesta definitiva a la cuestión.
Hoy, los tradicionalistas, vivimos rodeados de todo tipo de agasajos, lisonjeos y francachelas, que la modernidad ofrece a quienes deciden convertirse en sus esclavos, parciales o totales.
Por ejemplo, para mí personalmente, no tiene sentido que un tradicionalista, que se dice guardador de las mas sanas costumbres que otrora se observaron en la sociedad, esté dispuesto a aceptar los cánones de los nuevos medios de comunicación, véase televisión o internet. Es cierto que estos medios, si se usan correctamente, no son perjudiciales para la moral, por eso S. S. Pio XII, en su encíclica "Miranda Prorsus", decía que: "Los fieles, que conocen el inestimable don de la Redención, deben desplegar todo esfuerzo para que la Iglesia pueda valerse de los inventos técnicos y usarlos para la santificación de las almas."
Y en efecto, si la televisión y internet se usan para la santificación de las almas y para todo lo que esto envuelve, es laudable su servicio. Pero si los medios de comunicación, solo sirven pada dar rienda suelta a la inmoralidad mas absoluta, a la desinformación por principio, y a la vulgaridad por su propia imagen, son del todo despreciables para un auténtico católico.
Por otra parte existe la llamada "sociedad de consumo", en la cuál las personas encuentran todo lo que les es necesario y lo que no, con solo acercarse a un centro comercial. Pero, echemos la vista atrás, y meditemos, ¿acaso en los siglos pasados, una familia católica tenía que depender en su totalidad de un abastecimiento público de recursos comestibles? Si esto hubiese sido así, ¿para qué se inventaron las huertas o plantaciones familiares? ¿Por qué debemos depender de la nefasta ley de la oferta y la demanda? Es bien sabido que en el pasado, cualquier familia católica, se proveía de los recursos materiales básicos, pero, ¿de dónde lo hacía? Sin duda que de el monopolio comercial impuesto por el capitalismo, no. Y ¿por qué esto? Estas personas, sabían que si daban su dinero (si lo tenian), a un burgues comercial, lo más seguro, es que éste lo aprovechara para tareas o empresas, que no son acorde con la doctrina católica. Y en efecto, pensemos esto, ¿adonde va a parar el dinero que nosotros gastamos dia a dia en un centro comercial? Se ha comprobado, que hay empresas de este sector del comercio, que promocionan y financian conductas tan reprochables para un católico, como puede ser el aborto, el homosexualismo militante, o la simple blasfemia o ataque contra la Iglesia.
Siendo esto así, debemos hacernos la pregunta, ¿hasta cuándo nosotros seguiremos dependiendo totalmente, de los productos de un centro comercial? ¿Acaso no sería más conveniente y acorde con nuestra religión, el solo adquirir comestibles básicos? ¿Acaso no sería más idóneo el volver al consumo de productos, de huerta familiar?
Decía un intelectual colombiano, Nicolás Gómez Dávila, que: "La urbe moderna no es una ciudad, es una enfermedad." ¿Quién no está de acuerdo con esta afirmación? Porque, al menos, un católico que como tal se precie, debería reflexionar en serio sobre las anteriores palabras. Y, ¿qué le hace pensar a Gómez Dávila que la urbe moderna sea una enfermedad? Yo, no puedo saber a ciencia cierta que fue lo que le llevó a escribir estas palabras, pero hay algo que si sé , ¿es aceptable para un católico, que se vean a diario por las calles, conductas tan inmorales como la blasfemia, la lujuria, la vanagloria de el tecnicismo o simplemente, el ruido? ¿Que pueden significar para un católico los anteriores atentados contra la fe y la moral? ¿Por qué los católicos, aguantamos esto, permaneciendo en las ciudades? ¿No sería mas conveniente, el aislarnos de el mundo, para no tener que sufrir con esto? Sin duda que existen tradicionalistas que parecen contentos con el mundo, ya que aceptan esto, sin proponer ninguna alternativa a esta problemática, que yo tildaría de demoniaca.
De nuevo citamos a S.S. Pio XII : "La sociedad habla por así decir por el traje que ella lleva; por la vestimenta ella revela sus aspiraciones secretas y ella se sirve de los trajes, al menos en parte, para edificar o destruir su porvenir."
Pues bien, si lo que afirma Pio XII es cierto, ¿que porvenir le espera a una sociedad en la que las mujeres y los hombres se visten casi de igual modo? ¿Que futuro le espera a la modestia cristiana, si es que aún existe? ¿Que tiene que edificar esta sociedad igualitarista, sino la ciudad de Satanás? Es vergonzoso ver a personas que se dicen católicas o tradicionalistas, y visten como marca la dictadura de las modas. Resulta decepcionante ver a las damas católicas (si aún existen), vistiendo ropa propia de rameras, llevando esto a la pérdida de la modestia, y si mas cabe, un ataque a la castidad (pecado mortal). Y en los varones que se dicen católicos, parece apreciarse su desprecio por el buen vestir, propio de la elegancia cristiana, y en cambio estos, aceptan para sí modas inspiradas en esta corriente que se ha venido en llamar "hippie". Y para esta degradación de las vestiduras, se pone como excusa la comodidad. Pero parece ser que la comodidad desemboca en la propia deshonestidad, y atenta contra la búsqueda de la perfección cristiana.
El profesor e intelectual católico brasileño, Plinio Correa de Oliveira, decía lo siguiente:
"Los sonidos de las inmensas babeles modernas, el ruido de las máquinas, el tropel y las voces de los hombres que se afanan en pos del oro y de los placeres – de estos hombres que ya no saben andar sino correr; que no saben trabajar sin extenuarse, que no consiguen dormir sin calmantes, ni divertirse sin excitantes; cuya carcajada es un rictus frenético y triste; que ya no saben apreciar las armonías de la verdadera música, sino sólo las cacofonías del jazz; todo esto es la excitación en el desorden de una sociedad que sólo encontrará la verdadera paz cuando haya encontrado al verdadero Dios."
Las anteriores palabras de Correa de Oliveira, parecen resumir lo dicho por mí hasta ahora, pero parece que se me escapa algo. Y es el gusto por la música, por la buena música. ¿Y esque acaso, la música, no juega un papel similar a la forma de vestir, para saber definir las características propias de la moral de una sociedad? Los hechos, parecen darme la razón. Cuanto mas parece desviado el gusto por la buena música, más se inmoralizan los comportamientos humanos.
Y bien, si vemos que en la actualidad, se consolidan todas las problemáticas, que precedentemente he descrito, ¿por qué no hacemos ya algo? ¿Por qué no dejamos de estar bien con el mundo moderno y empezamos a reconstruir la sociedad cristiana? ¿Por qué no damos el espaldarazo final a esta sociedad degenerada?
En mi opinión, se debe empezar a hacer algo, se debe empezar a crear un exilio de la modernidad, que permita volver a reconstruir la sociedad cristiana, sin influencia ninguna de el mundo moderno.
Se debe empezar por crear una atmósfera de catolicidad, solventando los dilemas sórdidos, a los que anteriormente me referí.
Hay que volver a retomar hábitos tan sanos como, la decencia en público, la modestia en el vestir y el gusto por la buena música.
Es imposible volver a la sociedad cristiana, estando mezclados con el influjo de la modernidad. Es cosa utópica alcanzar la perfección, si seguimos ligados al vicio.
viernes, 10 de octubre de 2014
Sobre la legitimidad de ejercicio.
En las entradas anteriores, tocábamos el argumento relacionado a la legitimidad de origen ( llamada por Santo Tomás, de adquisición), una de las dos legitimidades necesarias, que debe poseer el príncipe que quiera probar sus derechos al Trono de las Españas. En esta entrada trataré de disertar sobre la legitimidad de ejercicio ( también llamada por Santo Tomás, de administración).
Como señala Fernando Polo, en su obra "¿Quién es el Rey?", el término "legitimidad de ejercicio"
no debe ser el que se utilice en este caso y mas bien se emplee el de "legitimidad en el ejercicio" para referirnos a la licitud en su manera de gobernar, ya que el monarca gobernará bien, es decir ejercerá bien su misión, si se adecua a lo que el pueblo le demanda y Dios y el derecho positivo le permiten. Esto nos recuerda a aquella frase de San Isidoro de Sevilla en la que nos dice; "Rex eris si recte facias, si non facias, non eris", lo que en castellano viene a ser; "rey serás si actúas rectamente, si no actúas así, no lo serás". Por lo cuál, el término "legitimidad de ejercicio" solo nos viene a afirmar que el ejercicio de el poder real es legítimo, por consiguiente, aquí ya se nos presenta un error entre el ejercicio legítimo del poder real y la licitud en la manera de gobernar de un monarca.
Veámos ahora un par de ejemplos en la historia, que ilustran lo que anteriormente expongo.
Entre 1863 y 1868, el segundo de los hijos de Carlos V, Juan III de Borbon, Conde Montizón, que había asumido la Corona tras la abdicación y muerte de su hermano mayor, Carlos VI, cae en causa de exclusión de sus derechos, malogrando su legitimidad de ejercicio y adoptando posturas liberales, ocasionando esto por ejemplo, el reconocimiento de la rama usurpadora, por parte de Don Juan. Esto hace que su "madrastra", la Reina Viuda María Teresa de Braganza, lanze un manifiesto a los carlistas, el 25 de Septiembre de 1864, declarando la ilegitimidad de Don Juan, y proclamando Rey a su hijo, el Príncipe Don Carlos. Un sector amplio del Carlismo, apoyó el manifiesto de la Infanta María Teresa, reconociendo como Rey legítimo a Carlos de Borbón y Austria-Este, primer hijo varón de Don Juan, como Carlos VII. Otro sector del Carlismo, encabezado por Ramón Cabrera, al igual que el Conde de Chambord, siguen reconociendo como rey a Don Juan, hasta que abdica en el Príncipe Don Carlos el 3 de Octubre de 1868.
Otro ejemplo de esto, bien conocido por los carlistas, es el caso del Príncipe Carlos Hugo de Borbón, quien en teoría debería haber sucedido a su padre el Rey Don Javier, pero al final las cirscunstancias no se dieron favorables, para que la sucesión transcurriera de manera usual.
A partir de los 60, se iniciaron una serie de sucesos, que llevarían a sostener por parte de Príncipe Carlos Hugo, posturas alejadas del ideario tradicional del carlismo. El Príncipe Carlos Hugo, sostiene que el carlismo, debe adoptar para los tiempos venideros, tesis y posiciones como por ejemplo son: el utópico "socialismo autogestionario", el laicismo y la libertad religiosa, el reconocimiento y colaboración con los usurpadores de la Corona, entre otras. Este hecho enfrenta a la Familia Real, de una parte están la Reina Doña Magdalena, el Infante Don Sixto Enrique y la Infanta Doña Francisca, que defienden la Tradición, y por otra Carlos Hugo y sus hermanas, María Teresa, María Cecilia y María de las Nieves, optan por transigir con la Revolución. Don Javier, convaleciente ya a estas alturas, es manejado de una manera mezquina por Carlos Hugo, obligándole este por ejemplo, a firmar documentos que suponían la destrucción del carlismo. En esta situación, Doña Magdalena y Don Sixto actúan como verdaderos próceres de la Comunión Tradicionalista. En 1976, Don Sixto lanza el Manifiesto de Irache, y a partir de este momento, se pone al frente de la Comunión.
Aquí ya es evidente la pérdida de legitimidad de ejercicio de Carlos Hugo, y su exclusión del orden sucesorio.
Otro parecer que debe quedar patente, es que, si un príncipe pierde su legitimidad de ejercicio, conserva de todas maneras su legitimidad de origen, excepto que se dé el siguiente caso: el príncipe que usurpe una dignidad o título que por derecho, no le corresponde, cae en la pérdida de la legitimidad de origen temporalmente. Esta pérdida de la legitimidad de origen, incurre en la exclusión de dicho príncipe y de sus descendientes del orden sucesorio. Su legitimidad de origen, solo puede recuperarse, sí reconoce solemne y verdaderamente al Rey legítimo. Así por ejemplo, los descendientes de la Infanta María Luisa Isabel (llamada por algunos Isabel II de España), han perdido tanto su legitimidad de origen como la de ejercicio, por causa de una usurpación continuada y reiterativa.
Visto esto, quedan obvias las siguientes afirmaciones;
- La legitimidad de origen es suprapersonal y dinástica, es decir, la legitimidad de origen no solo condiciona al príncipe, sino que también condiciona a sus descendientes.
- La legitimidad de ejercicio es propia y única del príncipe, no afecta en principio a sus descendientes.
Resuelta esta cuestión, debemos dejar claro para la posteridad, que la legitimidad de origen condiciona mucho más si cabe, que la legitimidad de ejercicio, ya que un príncipe que no tenga la de origen, obre como obre, nunca podrá autoafirmar su legitimidad, excepto si la rama legítima se ha extinguido por completo, o si dicha rama ha desistido definitivamente de sus derechos. La legitimidad de origen no es simplemente la genealogía de un príncipe, sino la reivindicación por títulos o dignidades reales, de sus derechos al trono.
Como diría Fernando Polo y Peyrolon: "La legitimidad de origen envuelve la presunción de la de ejercicio. Quien tiene títulos para ejercer el Poder gobernará bien, y mal quien carece de ellos".
Como señala Fernando Polo, en su obra "¿Quién es el Rey?", el término "legitimidad de ejercicio"
no debe ser el que se utilice en este caso y mas bien se emplee el de "legitimidad en el ejercicio" para referirnos a la licitud en su manera de gobernar, ya que el monarca gobernará bien, es decir ejercerá bien su misión, si se adecua a lo que el pueblo le demanda y Dios y el derecho positivo le permiten. Esto nos recuerda a aquella frase de San Isidoro de Sevilla en la que nos dice; "Rex eris si recte facias, si non facias, non eris", lo que en castellano viene a ser; "rey serás si actúas rectamente, si no actúas así, no lo serás". Por lo cuál, el término "legitimidad de ejercicio" solo nos viene a afirmar que el ejercicio de el poder real es legítimo, por consiguiente, aquí ya se nos presenta un error entre el ejercicio legítimo del poder real y la licitud en la manera de gobernar de un monarca.
Veámos ahora un par de ejemplos en la historia, que ilustran lo que anteriormente expongo.
Entre 1863 y 1868, el segundo de los hijos de Carlos V, Juan III de Borbon, Conde Montizón, que había asumido la Corona tras la abdicación y muerte de su hermano mayor, Carlos VI, cae en causa de exclusión de sus derechos, malogrando su legitimidad de ejercicio y adoptando posturas liberales, ocasionando esto por ejemplo, el reconocimiento de la rama usurpadora, por parte de Don Juan. Esto hace que su "madrastra", la Reina Viuda María Teresa de Braganza, lanze un manifiesto a los carlistas, el 25 de Septiembre de 1864, declarando la ilegitimidad de Don Juan, y proclamando Rey a su hijo, el Príncipe Don Carlos. Un sector amplio del Carlismo, apoyó el manifiesto de la Infanta María Teresa, reconociendo como Rey legítimo a Carlos de Borbón y Austria-Este, primer hijo varón de Don Juan, como Carlos VII. Otro sector del Carlismo, encabezado por Ramón Cabrera, al igual que el Conde de Chambord, siguen reconociendo como rey a Don Juan, hasta que abdica en el Príncipe Don Carlos el 3 de Octubre de 1868.
Otro ejemplo de esto, bien conocido por los carlistas, es el caso del Príncipe Carlos Hugo de Borbón, quien en teoría debería haber sucedido a su padre el Rey Don Javier, pero al final las cirscunstancias no se dieron favorables, para que la sucesión transcurriera de manera usual.
A partir de los 60, se iniciaron una serie de sucesos, que llevarían a sostener por parte de Príncipe Carlos Hugo, posturas alejadas del ideario tradicional del carlismo. El Príncipe Carlos Hugo, sostiene que el carlismo, debe adoptar para los tiempos venideros, tesis y posiciones como por ejemplo son: el utópico "socialismo autogestionario", el laicismo y la libertad religiosa, el reconocimiento y colaboración con los usurpadores de la Corona, entre otras. Este hecho enfrenta a la Familia Real, de una parte están la Reina Doña Magdalena, el Infante Don Sixto Enrique y la Infanta Doña Francisca, que defienden la Tradición, y por otra Carlos Hugo y sus hermanas, María Teresa, María Cecilia y María de las Nieves, optan por transigir con la Revolución. Don Javier, convaleciente ya a estas alturas, es manejado de una manera mezquina por Carlos Hugo, obligándole este por ejemplo, a firmar documentos que suponían la destrucción del carlismo. En esta situación, Doña Magdalena y Don Sixto actúan como verdaderos próceres de la Comunión Tradicionalista. En 1976, Don Sixto lanza el Manifiesto de Irache, y a partir de este momento, se pone al frente de la Comunión.
Aquí ya es evidente la pérdida de legitimidad de ejercicio de Carlos Hugo, y su exclusión del orden sucesorio.
Otro parecer que debe quedar patente, es que, si un príncipe pierde su legitimidad de ejercicio, conserva de todas maneras su legitimidad de origen, excepto que se dé el siguiente caso: el príncipe que usurpe una dignidad o título que por derecho, no le corresponde, cae en la pérdida de la legitimidad de origen temporalmente. Esta pérdida de la legitimidad de origen, incurre en la exclusión de dicho príncipe y de sus descendientes del orden sucesorio. Su legitimidad de origen, solo puede recuperarse, sí reconoce solemne y verdaderamente al Rey legítimo. Así por ejemplo, los descendientes de la Infanta María Luisa Isabel (llamada por algunos Isabel II de España), han perdido tanto su legitimidad de origen como la de ejercicio, por causa de una usurpación continuada y reiterativa.
Visto esto, quedan obvias las siguientes afirmaciones;
- La legitimidad de origen es suprapersonal y dinástica, es decir, la legitimidad de origen no solo condiciona al príncipe, sino que también condiciona a sus descendientes.
- La legitimidad de ejercicio es propia y única del príncipe, no afecta en principio a sus descendientes.
Resuelta esta cuestión, debemos dejar claro para la posteridad, que la legitimidad de origen condiciona mucho más si cabe, que la legitimidad de ejercicio, ya que un príncipe que no tenga la de origen, obre como obre, nunca podrá autoafirmar su legitimidad, excepto si la rama legítima se ha extinguido por completo, o si dicha rama ha desistido definitivamente de sus derechos. La legitimidad de origen no es simplemente la genealogía de un príncipe, sino la reivindicación por títulos o dignidades reales, de sus derechos al trono.
Como diría Fernando Polo y Peyrolon: "La legitimidad de origen envuelve la presunción de la de ejercicio. Quien tiene títulos para ejercer el Poder gobernará bien, y mal quien carece de ellos".
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